Descubrí a Lucía Regueiro en su papel de María Cabanas en la serie Libro de familia, el Cuéntame gallego, y no me entusiasmó. Más adelante pude verla en directo, en un par de producciones de Teatro do Atlántico, y me fue gustando más. Ayer ella y su compañera María Barcala fueron lo único bueno en la representación de Memoria de Helena e María, en el Teatro Rosalía de A Coruña.
Vaya por delante que Tierra y libertad de Ken Loach, Silencio roto de Montxo Armendáriz, y El laberinto del Fauno de Guillermo del Toro son tres títulos imprescindibles en mi filmoteca; y que me leí de una sentada Los girasoles ciegos de Alberto Méndez, mucho antes del estreno de la película homónima. Pero empiezo a estar cansada de tanto texto ambientado en la guerra civil y en la represión franquista cortado por el mismo patrón, que aporta poco o nada nuevo a nivel estético o de contenido.
En el hipotético caso de que una vez superado el «momento espejo» tras verme caracterizada con un maravilloso vestido años treinta no me temblasen las piernas y me saliese la voz sobre las tablas de un escenario; si me mandansen improvisar sobre la marcha el texto de una madre encarcelada y separada de su hija, a cuyo marido han matado y enterrado en una fosa común en Albacete, no creo que mis palabras fuesen muy distintas del texto defendido ayer por Lucía Regueiro. Eso sí, jamás alcanzaría su nivel interpretativo. Y es que la niña de los Cabanas se ha hecho mayor.
Si queréis comprobarlo podéis asistir a las funciones programadas esta tarde a las 20,30 y mañana a las 19,00 horas en el Teatro Rosalía de Castro de A Coruña o los días 11 y 12 de diciembre en el Teatro Principal de Ourense.